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Vista desde la carretera, la casa de la arquitecta Dagmar Štěpánová, al frente del estudio Formafatal, se presenta como un volumen minimalista de tierra apisonada, perforado por grandes vanos acristalados correderos que se abren a las colinas cubiertas de selva. Dagmar la diseñó para sí misma y su socio Karel Vančura. "Es mi hogar permanente y el refugio estacional de Karel", cuenta la arquitecta. El terreno inclinado en dos direcciones fue a la vez el reto y la guía del proceso de diseño.
"La autenticidad del sitio exigía una respuesta igualmente auténtica. La forma de la casa sigue la complejidad del relieve, adaptándose a sus curvas y evitando las raíces de los árboles, de modo que la vegetación circundante pasa a formar parte integral del proyecto". Además, la experiencia del paisaje se intensifica gracias a la ausencia de una fachada completa en el espacio principal. "Studio House es una vivienda sencilla en la que conviven arquitectura y paisaje". La casa consta de 100 metros cuadrados, a los que hay que añadir 96 metros de terraza y 21 metros de piscina, por lo que más de la mitad de la huella edificada corresponde a estas dos últimas.
La planta superior, donde se sitúa la zona de día, está totalmente abierta al océano y funciona parcialmente como terraza cubierta. Una plataforma suspendida conduce a la entrada principal, accesible mediante losas de hormigón, y al mismo tiempo cubre el baño inferior. Desde el salón y la cocina se accede a la terraza con barbacoa integrada, ubicada al nivel del suelo. Esta zona se concibe, en palabras de la arquitecta, "como una pared de armarios con puertas de acero cortado a láser que se transforma de noche en un objeto luminoso, proyectando sombras que evocan un cielo estrellado". Una larga escalera de acero COR-TEN desciende hacia la piscina infinita de 10 metros, mientras otra conduce a la terraza de la azotea.
La planta baja, con dormitorios y baño, solo es visible desde el jardín privado. Aquí, "las puertas de los dormitorios brillan como lunas, mezclando reflejos reales y proyectados, vinculando la casa con su entorno, el cielo y el universo. Este nivel inferior se se retrae para seguir el contorno natural del terreno". En la parte posterior, una amplia zona técnica y de lavandería ocupa la franja sin ventanas. Un pasillo "bañado en luz dorada al atardecer" conduce a dos dormitorios, un baño abierto y un aseo. Aunque compactos, los dormitorios, con acceso directo a la piscina, disfrutan de vistas que se extienden "más allá del océano y de la imaginación". Desde la ducha del baño se contempla también el mar.
Escaleras interiores y exteriores y un camino de losas enlazan los distintos niveles de la vivienda. La paleta terrosa conecta con el entorno natural, y la filosofía wabi-sabi se refleja en los materiales elegidos, cuyo envejecimiento se asume como parte de su belleza: hormigón, acero, vidrio, madera de cedro, cemento, lino… El interior se completa con obras de Josef Achrer Jr., Lukáš Musil y el estudio GEOMETR, así como con mobiliario artesanal diseñado por la propia arquitecta, combinado con piezas icónicas internacionales.

































